El pasado lunes nueve de septiembre en el marco de la Trigésima séptima versión de la semana por la paz, con el lema “Uniendo voces, construimos país”, bajo la moderación del profesor Andrés Inampués Borda, de la dirección de humanidades, sede principal y el apoyo del Centro de recursos para el Aprendizaje y la Investigación, CRAI, se socializó el libro “Las mujeres que le prestan la carne a Dios”. Su autor Jairo Alberto Franco, misionero y formador del Instituto de misiones extranjeras de Yarumal, nos compartió su experiencia de acompañamiento con las madres y mujeres buscadoras de personas dadas por desaparecidas en el marco del conflicto armado en Colombia.

En su texto y presentación resaltó la importancia para “escrutar a la luz de la fe la realidad de la desaparición forzada en Colombia y especialmente en Antioquia. Colombia tiene el mayor número de desaparecidos en Latinoamérica y Antioquia es la región que más ha sufrido este flagelo. El alto número de desaparecidos hace que el de las personas que los buscan se eleve todavía mucho más: entre estas se encuentran sobre todo mujeres, ellas son casi siempre las que buscan, por una parte, porque los que fueron arrebatados son en su mayoría hombres, y, por otra, porque ellas, muchas de ellas madres y esposas, son las que ponen fuerza y resistencia, no se resignan al miedo y a la tristeza y se dejan mover de la esperanza […]”
En este espacio nos acompañó de manera especial la señora Carmenza Gómez Romero, miembro de la Asociación de Madres de Falsos positivos (MAFAPO), quién nos compartió su experiencia de mujer y madre buscadora de sus dos hijos desaparecidos. El primero, llamado Víctor Fernando Gómez, quien tenía 23 años al momento de desaparecer el 23 de agosto de 2008 y quien fue reportado como muerto en Combate en Ocaña, Norte de Santander. Su segundo hijo Jhon Nilson Gómez Romero, buscando la verdad y la justicia de su hermano desaparecido, recibió múltiples amenazas antes de ser asesinado el 4 de febrero de 2009 por sicarios que lo abordaron en una calle de Soacha.
Para Carmenza es un dolor que no se puede describir y que “solo la justicia plena y la verdad podrán calmar el sufrimiento […]” por eso, no cree aún en la justicia restaurativa, porque en su caso, aún los determinadores intelectuales del homicidio de sus hijos, siguen en la impunidad a pesar de que algunos de ellos se han acogido a la JEP. “Yo no perdono, porque aún no hay justicia, ni verdad, que Dios los perdone”.

Estas experiencias nos llevan a discutir el papel de las humanidades en la educación superior para dar cuenta de las paradojas, tensiones, posibilidades, apuestas y espacios de cambio social que diferentes actores, instituciones y organizaciones han venido suscitando a propósito de las diferentes iniciativas de construcción de paz. De allí que, estos espacios de diálogo, deliberación y encuentro, se continuarán organizando como ejercicio de humanidades experienciales desde las “cuestiones disputadas” para buscar la verdad y escuchar las diferentes voces de la realidad del país y del mundo.